Velocidades ultrarrápidas, baja latencia y capacidad masiva de conexión simultánea. Esas son las tres fortalezas que ya posicionan al 5G como una tecnología que llegó para quedarse. “Si con el 4G conectamos personas, con el 5G podremos conectar cosas”, dicen las empresas que ofrecen esta nueva alternativa que todavía no está disponible para la gran mayoría de los modelos actuales de teléfonos móviles, pero será un insumo común en un futuro que no está tan lejos.
El 5G es la quinta generación de las redes móviles
Y va a cambiar la manera de comunicarnos. Porque multiplica la capacidad de las autopistas de la información y posibilita que objetos cotidianos como refrigeradores, lavadoras y automóviles, puedan conectarse con nosotros y entre sí en tiempo real. Mucho más que eso: también permitirá llevar a cabo intervenciones quirúrgicas tele-asistidas (ya hubo un ensayo exitoso de cibercirugía con 5G en el Hospital Clínic de Barcelona, por caso), utilizar vehículos autónomos o coordinar trabajos agrícolas a través de sensores instalados en distintos puntos de un campo de cultivo.
El 5G se apoya en las redes de LTE (Long Term Evolution), las mismas que se usan con el 4G, pero ofrece más cobertura y compatibilidad porque funciona mediante el uso de frecuencias más altas. En pocas palabras, puede transmitir más datos en menos tiempo.
Como contrapartida, esas frecuencias también tienen menor alcance y se ven más afectadas por las interferencias, lo que exige mayor cantidad de antenas y repetidoras para cubrir un mismo territorio. El despliegue del 5G implica la implementación de estaciones base más pequeñas y de menor alcance, conocidas como “células pequeñas”, que se instalan en áreas densamente pobladas para proporcionar una cobertura más eficiente y mejorar la calidad de la señal en entornos urbanos.
La velocidad del 4G es de 1 Gbps por segundo, mientras que el 5G, en su máximo potencial, puede llegar a 20 Gbps por segundo. Un ejemplo de la vida cotidiana de un usuario promedio: si hoy, con 4G, tardamos para descargar una película unos 2 minutos, usando 5G demoraremos apenas 3,7 segundos.
En cuanto a la latencia -el tiempo que tarda en viajar un paquete de datos de un punto de la red a otro-, el cambio es muy significativo. La capacidad de respuesta de las redes 5G es entre 60 y 120 veces mejor que la de la 4G. Es un avance que beneficia notablemente a actividades como la telemedicina.
El 5G también facilita la conexión simultánea de varios dispositivos. La caída masiva de la conexión en grandes eventos (festivales musicales de gran envergadura como el Lollapalooza o el Primavera Sound) será cosa del pasado, aseguran los especialistas.
La clave está en el espectro de frecuencia:
El 5G usa uno más amplio que sus predecesores, incluyendo las frecuencias más altas, conocidas como “ondas milimétricas”, que son las que aceleran las velocidades de carga y descarga.
Pero desde que se empezó a hablar de esta tecnología aparecieron voces que la cuestionan por los peligros que podría acarrear su uso para las personas. Estos peligros estarían relacionados con la radiofrecuencia. Las empresas que trabajan con 5G aseguran que el espectro en el que funcionan las antenas y ondas se sitúa por debajo de los 6 GHz.
Según un estudio reciente publicado en la revista científica británica The Journal of Exposure Science and Environmental Epidemiology no se ha confirmado evidencia de que los campos de radiofrecuencia (RF) de bajo nivel -incluso los que están por encima de 6 GHz- sean peligrosos para la salud humana. Este estudio incluyó investigaciones sobre la proliferación celular, la expresión génica y otros efectos biológicos. Y la Organización Mundial de la Salud (OMS) también ha informado que, después de muchas investigaciones realizadas, no se ha vinculado causalmente ningún efecto adverso para la salud con la exposición a tecnologías inalámbricas.
Por otra parte, se ha señalado que el 5G consume más batería en los dispositivos. Y es cierto, tener más velocidad ayuda a realizar más tareas en menos tiempo, pero tiene ese costo añadido. Las diferencias pueden variar entre un 20% y un 35% más de consumo en algunos casos. Un ejemplo concreto: un estudio realizado por DDay en Italia mostró una variación del 30/35% en el consumo de batería al utilizar un smartphone con procesador Snapdragon 888 en redes 5G y 4G bajo las mismas condiciones.
En cuanto a los problemas de ciberseguridad, los hackers tendrán un espectro mucho más amplio de potenciales objetivos a los que dirigir sus ataques. Será necesario multiplicar los mecanismos de control y tomar más precauciones. Los nuevos retos están relacionados con la gestión de contraseñas, la protección contra el salto entre contenedores en el mismo hardware y la necesidad de asegurar que los segmentos de la red estén completamente aislados.
Es fundamental que las organizaciones adopten medidas de seguridad avanzadas y específicas para el entorno 5G. Un enfoque integral de seguridad que tome en cuenta tanto los aspectos técnicos como los organizativos y que fomente una colaboración transparente entre todas las partes interesadas en la red.